Las recomendaciones de un somnólogo para dormir mejor: la clave está en cómo usas el celular


Dormir es una actividad de profunda importancia para nuestra salud y de alineación con el entorno. Es la forma en que el cuerpo se sintoniza con los ciclos de la naturaleza. No obstante, diversos avances tecnológicos, sociales y culturales han alterado estos mecanismos de sincronización.

En marzo de este año, la revista JAMA Network Open publicó un análisis masivo donde participaron más de 120,000 individuos. En este estudio se encontró que en las personas que utilizan pantallas antes de dormir, el sueño se reduce hasta 50 minutos por semana.

Aunque este estudio se basó en autorreportes (que pueden generar sesgos subjetivos) nos proporciona información valiosa con respecto al uso de las pantallas. Por ejemplo, podemos distinguir a una población más joven que hace mayor uso de estas tecnologías. También nos da una idea de la prevalencia del uso de pantallas antes de dormir, que en este estudio es del 41%, además de su efecto en la mala calidad de sueño, que aumentó hasta un tercio con respecto a los que no reportaron este hábito.


El sueño es un proceso biológico fundamental que ocupa aproximadamente un tercio de nuestra vida y sin el cual no podríamos sobrevivir. En los últimos años, la ciencia lo ha estudiado a fondo para comprender en detalle su papel, sus características y su funcionamiento.


El equipo de Charlie Zhong, responsable del articulo mencionado, refiere que “la exposición a la luz es el zeitgeber más potente, la pista ambiental que sincroniza nuestros ritmos circadianos a un ciclo de luz-oscuridad de 24 horas”. Un zeitgeber (“dador de tiempo”, en una traducción literal) es un término utilizado en cronobiología para describir las pistas externas que nuestro cuerpo utiliza en sus diferentes funciones, por ejemplo, el canto de un gallo que nos anuncia que está amaneciendo.

Ritmos invisibles y alteraciones visibles

Antes del uso a gran escala de la iluminación artificial, nuestro cuerpo se encontraba íntimamente entretejido con la rotación del planeta. Por medio de la evolución, todos los seres vivos hemos adoptado ciclos que aseguran nuestra supervivencia; por ejemplo, los gatos son crepusculares, lo que significa que cazan más frecuentemente en los periodos de transición entre el día y la noche; otro ejemplo es el de algunos primates nocturnos que desarrollaron grandes ojos para encontrar su alimento en condiciones de poca luz.

Cada especie, en su nicho, se rinde ante un ritmo inescapable: el paso continuo entre el día y la noche. Por lo general, los humanos realizamos nuestras actividades durante el día y solemos descansar por la noche; a esto le llamamos cronotipo diurno. Esto puede tener cierta variabilidad, ya que existen personas con un cronotipo más matutino, otras más vespertino y, más ocasionalmente, se puede estar en el extremo más nocturno.

Para entender mejor esta sincronización natural, tenemos que hablar del hipotálamo. Su función principal es regular las señales necesarias para la supervivencia, como los niveles hormonales, de alimentación y, claro, el ritmo circadiano (circa=aproximado, diano=relacionado al día). Los seres humanos poseemos diferentes marcapasos en los múltiples sistemas de nuestro organismo, pero el principal regulador de toda la actividad se encuentra en el hipotálamo y se llama núcleo supraquiasmático. Este, a través de la melatonina, modula los niveles de energía para dar lugar al reposo y al sueño.



Source link