Le falta arte a tu vida (especialmente si eres un techpreneur)


Cuando pensamos en arte, lo primero que viene a la mente suele ser una galería de paredes blancas, llena de personas vestidas de negro que observan, con una actitud pasivamente agresiva, una escultura que parece más el contenido de un bote de basura de un departamento en la Roma-Condesa que una obra maestra. Y sí, eso podría ser arte. Pero no es el tipo de arte al que me refiero hoy.

En este artículo quiero persuadirte, amable lector, de algo importante: nos falta arte en la vida, especialmente si eres un techpreneur convencido de que puedes cambiar el mundo a través de la innovación.

Por alguna razón, en México seguimos viendo el arte como algo no esencial, una distracción o incluso un lujo innecesario en el ámbito de los negocios. Se percibe como el capricho del “creativo”, esa figura que pretende hacernos gastar más dinero en algo superfluo y que, en el corto plazo, no genera ventas inmediatas.


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Es cierto: el arte no va a generar ventas incrementalmente de la noche a la mañana (¿acaso algo realmente lo hace?). Sin embargo, si piensas que invertir en arte en tu negocio es un desperdicio de recursos, permíteme decirte que estás profundamente equivocado. El arte del que hablo aquí no solo es esencial para la vida, sino que también es la base de la innovación.

Es aplicar creatividad de forma que cambie, de manera positiva, la vida de las personas.

Ya sea a través de una pintura, una fotografía, un diseño, un servicio digital o una experiencia memorable, el arte tiene el poder de transformar. No solo resuelve problemas: conecta, inspira y genera esa reacción mágica que solemos describir como un “¡wow!”. Porque, ¿acaso no es el cambio positivo, en el fondo, el mejor negocio que se puede hacer?


El artista Gabriel de la Mora recibe a WIRED en Español en su estudio. Lo que ocurre en su interior es posible gracias a un enfoque científico, capaz de escudriñar la materia hasta sus últimas más bellas consecuencias.


A continuación, te presento tres maneras en las que el arte puede transformar tu vida —y tu empresa—:

1. El arte como belleza: inspiración desde lo estético

Desde las culturas precolombinas, el arte y la funcionalidad siempre han estado intrínsecamente ligados. En los artefactos utilitarios de barro o piedra de nuestras civilizaciones antiguas no solo encontramos funcionalidad, sino también armonía en proporción, forma y manufactura. El Xicalcoliuhqui, o greca escalonada, es un ejemplo perfecto de esto. Este patrón, visible en las paredes de Mitla en Oaxaca, ha fascinado a artistas de todo el mundo, incluido Josef Albers, quien lo consideraba una solución al “problema del arte moderno”.

En una conferencia en Harvard, Albers destacó cómo este patrón representaba una alta filosofía social: un equilibrio perfecto entre lo activo y lo pasivo, entre lo positivo y lo negativo. Según él, este diseño prehispánico enseñaba “una democracia real, donde cada parte sirve y, al mismo tiempo, es servida”.

Hoy en día, si se construyera Mitla bajo los estándares actuales, seguramente el presupuesto para sus grecas sería recortado bajo el argumento de que son “superfluas” o “innecesarias”. Pero esto solo refleja cuánto hemos olvidado la importancia de integrar la estética a nuestra
vida cotidiana.


WIRED entrevista a la artista visual Amor Muñoz. En su nueva obra, la mexicana cuestiona nuestras relaciones con lo no humano en una investigación poética y biotecnológica, con una cyber araña con cuerpo de cianobacterias, que proyecta imágenes sobre ciudades utópicas, inspiradas en Tenochtitlan.


En un mundo saturado de productos y servicios, la belleza —según Pauline Brown, exdirectora de LVMH en América del Norte— es un diferenciador clave para las empresas. Ella habla de algo llamado Inteligencia Estética, que consiste en aprovechar los sentidos para crear productos y experiencias que resuenen profundamente con los clientes y generen valor a largo plazo. Alan Moore, autor de Do Design, también destaca que llenar de belleza los negocios transforma de manera positiva las relaciones entre empleados, clientes y comunidades.

La pregunta es: ¿cómo incorporamos esta belleza a los modelos de negocio? La respuesta, sin lugar a dudas, está en el diseño. El arte no es un gasto, es una inversión. Es lo que puede convertir lo ordinario en extraordinario, haciendo que un producto o servicio destaque y sea memorable.

2. El arte como vehículo para la creación

Otro aspecto de cómo el arte puede ser parte de nuestra vida es viéndolo como un vehículo para crear. No es mi intención persuadirte de que todos nos volvamos artistas. Pero creo que sí tenemos mucho que aprender del arte para crear, ya sea una página web, un comercial o un modelo de negocios, y aportar belleza a lo que hacemos. Es decir, poner al arte a trabajar.

Si queremos hacer que algo funcione, podemos tener dos enfoques. El primero es el racional, que va en función de la técnica, lo predecible, lo seguro… lo que creemos que sí va a funcionar. Y esto es fácil de lograr. Solo necesitamos aprender la técnica, el atajo, seguir el instructivo o leer la receta: es “pintar por números”.



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