María Emilia Beyer, directora de Universum: “Las mujeres que eligen estudiar una carrera científica son verdaderas amazonas”


WIRED: ¿Cómo integras tu visión de género en proyectos como Mil Niñas, Mil Futuros?

María Emilia Beyer: Lo que creo es que el feminismo es humanismo. No podemos negar que vivimos en un mundo desigual, y en el ámbito que me toca, la ciencia y la tecnología, esa desigualdad es más que evidente. Hemos realizado estudios con niñas de 10 y 11 años, y aunque está claro que son inteligentes y capaces, reciben mensajes tóxicos desde todos lados que las hacen dudar de sí mismas. Además, algo que sucede con frecuencia es que las niñas se autocensuran. En mis investigaciones sobre la percepción que tienen los niños y niñas de primaria acerca de quiénes hacen ciencia, las niñas no dibujan mujeres científicas. Es desalentador, pero también revelador. Por eso, las niñas que, a pesar de todo esto, deciden estudiar una carrera en ciencia, son para mí unas verdaderas amazonas. No sé cómo lo logran, porque están constantemente recibiendo mensajes que les dicen: “Tú no puedes”, “Tu cerebro no es tan bueno para las matemáticas”, o “La ciencia no es para ti”. En los museos y otros espacios de educación informal, lo que tratamos de hacer es eliminar esa sensación de estar siendo evaluadas. Queremos que las niñas (y los niños) jueguen, se diviertan y experimenten. Si algo no les sale a la primera, como siempre les digo, mejor, porque así tienen la oportunidad de intentarlo de nuevo. Pueden jugar dos, tres veces, hasta que lo logren. Esa es la magia de estos espacios: no hay calificaciones, no hay exámenes, solo curiosidad y diversión.

WIRED: ¿Quiénes son tus referentes en la divulgación científica?

María Emilia Beyer: En el mundo de los museos, tengo varios referentes, pero en México, mi principal inspiración es Silvia Singer, directora del MIDE (Museo Interactivo de Economía). Ella me acogió cuando terminé biología. Sabía que quería dedicarme a la divulgación, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Silvia vio mi entusiasmo y me dijo: “Si quieres aprender a hacer museos, te vas a pegar a mí. Prepárate, porque esto será como un tren bala, pero en el camino aprenderás muchísimo”. Y así fue. Trabajé con ella en el Museo de Historia Natural de Chapultepec, donde montamos exposiciones increíbles, como una sobre murciélagos que fue mi favorita. Teníamos murciélagos vivos en una caverna climatizada, y fue una experiencia maravillosa. Fue ahí donde me enamoré de los museos y supe que ese era mi lugar.

Luego, me diversifiqué hacia otros medios de comunicación. Javier Cruz, un gran periodista científico, me enseñó a desgranar las preguntas clave en un texto. Aunque él quería llevarme más hacia el periodismo, yo siempre le decía: “Tú eres periodista, yo soy contadora de historias”. Aprendí de él a distinguir qué información enriquece una historia y cuál la hace pesada o confusa. Eso, hoy en día, se conoce como storytelling, y fue una lección invaluable. En el ámbito científico, mi papá es un referente fundamental. Aunque él nunca quiso influenciarme directamente, fue a través de él que me acerqué a la comunidad científica. Su pasión por compartir el conocimiento y su trabajo en instituciones públicas marcaron mi visión. Además, fue Premio Nacional de Ciencias, algo que siempre admiré. Pero mis referentes no se limitan a él. En el campo de la ciencia, admiro profundamente a Jane Goodall, Biruté Galdikas y Dian Fossey, tres mujeres que revolucionaron el estudio de la conducta animal, especialmente en la primatología. Ellas trajeron una perspectiva femenina que enriqueció las preguntas científicas. Mientras muchos investigadores se enfocaban en el macho alfa, la dominancia y la territorialidad, ellas preguntaron: ¿Qué hacen las madres? ¿Cómo aprenden las crías? ¿Qué papel juega el cuidado en la cohesión social? Esas preguntas cambiaron para siempre la forma en que entendemos a los primates.


Conocida por su investigación pionera sobre los chimpancés, Goodall se ha convertido en una activista dedicada a proteger el mundo natural. Su discurso apela a nuestra responsabilidad para tomar las decisiones correctas.


Recientemente, añadí a Katalin Karikó a mi lista de referentes. Ella es la científica detrás de las vacunas de ARN mensajero que nos salvaron durante la pandemia. Cuando le dieron el Premio Nobel, celebré como si fuera mi familia. Karikó nació en Hungría, hija de un carnicero, y tuvo que emigrar porque en su país no encontró oportunidades. Su historia es un ejemplo de perseverancia y resiliencia. En una entrevista reciente, habló de cómo su hija, aunque no siguió sus pasos en la ciencia, aplicó el método científico en su vida: los errores no son fracasos, sino oportunidades para aprender y volver a intentar. Eso, para mí, es el método científico como filosofía de vida. En la ciencia, no buscamos verdades absolutas, sino aproximaciones que nos ayuden a entender mejor el mundo. Cuando presentas una idea en un congreso, es normal que otros científicos te digan: “En mi laboratorio no funciona”. Esa chispa de curiosidad y debate es lo que mueve a la comunidad científica. Y eso es algo que, como sociedad, necesitamos aprender: ver el error no como algo negativo, sino como parte del proceso de descubrimiento.

Los científicos fueron distinguidos por sus contribuciones en el desarrollo de vacunas contra la covid-19 basadas en ARN mensajero (ARNm). Karikó es la treceava mujer en recibir este galardón.

WIRED: Cuéntame sobre la Asociación de Museos de Ciencia (ASTC, por sus siglas en inglés) y su labor.

María Emilia Beyer: La ASTC es la Asociación de Museos y Centros de Ciencia y Tecnología, con sede en Washington, Estados Unidos, pero con miembros de todo el mundo. Los museos que trabajamos con ciencia y tecnología compartimos experiencias, ideas y soluciones para apoyarnos mutuamente. Es una asociación muy potente, pero tiene sus desafíos. Por ejemplo, los congresos se realizan únicamente en inglés, lo que limita la participación de colegas de otros países que no dominan el idioma. Si quieres presentar tu trabajo, debes hablar y escribir en inglés muy bien, de lo contrario, quedas excluido. Este es un tema en el que todavía estoy trabajando. Mi objetivo es lograr que se incluyan ponencias en español u otros idiomas, con traducción simultánea, para que más voces puedan sumarse a la conversación. Es un reto, pero creo que es fundamental para hacer de la ASTC un espacio más inclusivo y diverso.



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